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Una leyenda equivocada.



¿Cuantos han visto esto?
¿Estás de acuerdo?  
¿Crees que funcionó contigo?
¿Crees que esto hizo lo que eres hoy?
Si piensas que esto es cierto, puedo llegar a la conclusión que lo utilizas con tus hijos.
¿Te funciona?

Siempre me pregunto; si esto es así, ¿por qué la criminalidad va creciendo? Si ésta es la solución, ¿qué paso? ¿Por qué entonces el resultado? Más criminalidad, menos valores, más enfermos mentales, más problemas sociales, etc.



Yo no creo que este método sea el adecuado para esto. No creo que crear un ambiente de miedo y dolor sea la respuesta para combatir el mal social que nos arropa. No podemos utilizar la fuerza para demostrar quién es la figura de autoridad. Hemos llegado a un punto en donde la crianza se confunde con quien manda y quien toma las decisiones (no importa si tenemos la razón o no) y creemos que para alcanzar esto, hay que dejar saber quién es más fuerte. Pero para lograr el respeto de los hijos no podemos utilizar a nuestro favor la fragilidad del mismo.

“Dame los primeros siete años de vida de un niño

y te diré lo que será el hombre del mañana”

Soy “sobreviviente” de este tipo de “disciplina” y me considero una buena persona, con buenos modales y valores. Pero no creo que la persona que soy hoy sea el resultado de este tipo de “disciplina”. Porque no creó respeto hacia los demás, creó miedo hacia mis padres y no creo que así sea como quiero que mis hijos me miren. Con solo imaginarme que ellos sientan lo que yo sentí, y no me refiero al dolor nada más si no al miedo, inseguridad, confusión y frustración; se me aprieta el corazón.

Porque es exactamente lo que creamos, MIEDO y no RESPETO. Muchos estudios nos dicen que el niño no aprende por medio de la fuerza; por el contrario, lleva al niño a tener temor y eventualmente le oculta al padre (por miedo) el verdadero ser humano que es. Porque si pensamos que el niño va a dejar de mentir por una pela que le damos, estamos bien equivocados. Quizás no le mientan al papá o a la mamá, pero… ¿y al resto del mundo?

Hay dos términos que confundimos: DISCIPLINA y CASTIGO; los cuales son diferentes. Pensamos que por medio del castigo, disciplinamos. El castigo (en este caso el uso de correas, palos, chancletas, etc.) no lleva a la disciplina. Lleva al miedo, a la inseguridad, a la desconfianza, al coraje. Y por eso el resultados de esta sociedad.

Los padres no somos eternos y nuestros hijos no serán niños toda la vida. No vivirán solo con nosotros, ni socializarán solo con mamá y papá. Es por eso que tenemos que enseñarles a convivir con el resto del mundo y la correa no es la solución. Entonces; ¿cómo actuar contrario a como nos enseñaron? Esa es la parte difícil, debo decirte que educándonos al respecto. Tenemos que ser más humanos y menos salvajes. Tenemos que volver a ser niños. Tenemos que ser empáticos. Así como pensamos que un jefe debe ponerse en los zapatos de los subalternos para entender a los empleados; pues así tenemos que hacer nosotros… ponernos en los zapatos de los niños para entender cómo tratarlos, como piensan y como hacer de ellos una mejor persona. En vez de usar el método de disciplina que usaron tus padres para educar (que es el más fácil), piensa en cómo reaccionaste TÚ. Piensa en lo que te falto a ti, piensa en lo que eres ahora y acuérdate en cómo te sentiste.  

Tenemos que crear un ambiente de respeto, empatía, confianza y valentía; y la violencia no genera eso. Tenemos que aprender a AMAR... solo así romperemos el hechizo. Tenemos que dejar a un lado nuestro ego de seres superiores y volver a ser niños. 

“No es falta de un buen bofetón o una nalgá bien dá, 
es falta de un TE AMO y un ABRAZO en el momento oportuno.”




¿Le compro o no le compro?

Tengo una lucha interna cada navidad y cada cumpleaños de mis chicos; ¿Le compro o no le compro una “tablet” o algún artefacto electrónico?
 
Pues tengo varias razones para no hacerlo: PRIMERO: no encuentro como gastar dinero en ellas; y SEGUNDO: no quisiera verlos perder tiempo metidos en un mundo falso. Sé que no puedo separarlos de la tecnología, pero creo que no es el momento. Veo a los chicos de esa edad con una y me niego a pensar que es bueno para ellos. Sé también que nos facilita la vida en muchas ocasiones y que tengo la dicha de que mis dos chicos se divierten el uno con el otro, pues la diferencia de edad no es mucha.
 
No es que no usen la tecnología, pues cuando nació el más grande yo tenía una y le ponía películas en ella, además de que tengo un celular “inteligente” y ellos lo usan algunas veces. También tengo un lector electrónico y de vez en cuando los dejo que lo utilicen. Pero porque tengo eso, sé cómo se comportan cuando los dejo usar mis cosas. Veo que se irritan demasiado cuando les pido que hagan algo y están usando el celular o el “e-reader”. Veo como actúan cuando los interrumpo en medio de un video y cómo reaccionan. Sin mencionar que les hablo y es como hablar con la pared, pues ni me escuchan. Aparte de que si fuera por ellos, estuvieran viendo videos todo el día, literalmente todo el día.
 
Cuando llegan días especiales como Navidad o sus cumpleaños siempre tengo la misma pregunta: ¿Le compro o no le compro? Pero siempre llego a la conclusión de que a quien más le conviene es a mí. A ellos realmente no les hace falta.
      
Me da pena cuando voy a alguna fiesta, actividad o reunión donde los demás chicos tienen algún artefacto electrónico y ellos no. Pues no tienen con quien jugar y ven a los demás chicos y tratan de ver qué juegan. Me entristece verlos tratar que se lo presten para jugar ellos también. Es en esos momentos donde me arrepiento no comprarle uno a cada uno. Entonces les busco alternativas o me rindo y les doy mi celular con tal de no verlos así. También siento la necesidad cuando voy a una cita médica, a algún restaurante o reunión de adultos y ellos se inquietan por que están aburridos, en esos momentos siento que debería comprarles uno. Pero me pregunto de cada cuanto pasa eso y me siento tranquila de que eso no es muy común en nosotros. Nunca llevo el “e-reader" a ningún lado, ni cuando visito a mis padres. Ellos siempre buscan que hacer.
 
Muchas veces me pongo a observarlos jugar juntos y ver las horas pasar y ellos jugando a los piratas, con los carritos o con plastilina; o simplemente sentados en la cama discutiendo quien será el primero en abrir la puerta. Entonces me doy cuenta que ellos no lo necesitan. Quizás lo necesita mamá, pues cuando los dejo usar los míos ellos no pelean, no riegan, no me interrumpen, me dejan dormir y lo mejor de todo es que ni se escuchan.
 
Ellos ven televisor, claro que sí. Ven sus programas de niños favoritos, y claro que también pierden el tiempo viendo la TV. Pero hay tiempo límite y es algo que puedo controlar mucho más fácil que un artefacto individual.
 
No digo que estoy bien, pues yo me lo pregunto muchas veces, pero es lo que pienso. Mientras más tiempo pueda evitarlo, porque sé que algún día se los compraré, pues lo haré. No digo que quien lo haga está mal, solo es mi maternidad desde mi punto de vista.
 
Y como dice una filosofa amiga mía:
 
"Primero aprendemos a leer y a escribir bien. Aprendemos a sumar, restar y multiplicar.
Luego habrá tiempo para todo lo demás. Por ahora seamos felices."

Refugiados en USA

Vivimos en una hermosa isla llamada Puerto Rico. Llena de árboles, playas, paisajes espectaculares y los mejores atardeceres que existen. Pero hace 60 días, el 20 de septiembre de 2017,  fue azotada por el huracán mas grande que halla vivido y esa belleza se vio empañada de miedo, dolor e incertidumbre. 



El huracán María, que hasta el sol de hoy aun no se sabe ni en qué categoría paso por la isla, para mí fué categoría 10. Una experiencia horrible que no quisiera volver a vivir. Pero al ser una isla del Caribe, las posibilidades de que vuelva a ocurrir son grandes. Había vivido dos huracanes en mi ni ñez, pero nunca con la responsabilidad de cuidar de una casa, una familia y un perro. No sabíamos a lo que nos enfrentábamos, pues las noticias no eran muy alentadoras y lo único que retumbaba en mi cabeza era la frase "será catastrófico para nuestro país". Me preocupaban mucho los niños, pues son muy pequeños para entender quizás la magnitud de lo que se avecinaba. 

Me acordé que en mi niñez preparábamos mapas para seguir la trayectoria de las tormentas y huracanes y les preparé a los niños un mapa con coordenadas y todo. Entonces seguimos la trayectoria de María hasta que se fué la comunicación y no sabíamos por donde iba. Les expliqué la importancia de los huracanes y el por qué ocurren. Les aseguré que estaríamos bien (aunque les confiezo que yo dudaba un poco de ese argumento) y les dije que papá y mamá iban a cuidar de ellos, que no se preocuparan. 

Entonces comenzaron los vientos en la madrugada del 20 de septiembre, los niños dormían, aunque papá y yo tuvimos una noche larga. Cuando despertaron los vientos estaban fuertes y se esperaba que se fueran intensificando poco a poco. Pero gracias a Dios los niños estuvieron calmados la mayor parte del tiempo. 

El agua de la lluvia comenzó a entrar por las ventanas de los cuartos y de la sala. Así que mientras ellos jugaban, papá y yo secábamos el agua con mapos y toallas. Cuando la cosa se puso más fuerte, preparé el baño a modo de refugio y los lleve allí. Me hicieron miles de preguntas del por qué estábamos en el baño y del por qué la bañera era una cama con sabanas y almohadas. Les dije que era como un camping y que en lo que los vientos se calmaban íbamos a estar allí. Les lleve juguetes, preparé una neverita con jugos y les lleve meriendas, les puse películas (hasta que me durara la bateria) y allí estuvimos hasta que llego la calma. Pensamos que el huracán se había ido, lo cual no teníamos modo de saber ya que todo tipo de comunicación (teléfono, internet, radio, todo) se había caído. Secamos el agua y hasta las ventanas abrimos para que entrara un poco de aire. Pero luego comenzó la odisea nuevamente y hasta peor. Volvimos al baño en donde estuvimos un rato y luego nos fuimos al closet, pues ya los niños se estaban desesperando. Como ya era en la tarde, puse un matre en el piso, sabanas e intentamos dormir. Ellos si lograron hacerlo, pero a papá y a mí nos llevo un tiempo lograrlo, pero ya el cansancio y el agotamiento nos vencía. 

Al día siguiente salimos a la realidad. Fué triste ver todo árbol que decoraba nuestro vecindario y todo árbol en la distancia maltratado, la mayoría del tendido eléctrico un desastre y verjas y basura tirados por el suelo, arrastrados por los fuertes vientos. Gracias a Dios no tuvimos perdidas mayores, aparte de una casa de patio destruida y algunos muebles mojados por la lluvia que entró por las ventanas. Pero estábamos vivos y eso era lo que realmente importaba. Les confiezo que durante el suceso pensé que el resultado iba a ser peor.

 Entonces llegó el después del huracán: cero comunicación, cero luz eléctrica y cero agua. La poca señal de radio que llegaba no pintaba un panorama muy alentador y entonces la frase: "será catastrófico para nuestro país", estaba volviéndose en una realidad. 

Papá salió a trabajar inmediatamente, pues su trabajo así lo requería. Así que luego del desayuno, me las inventé para mantener a los niños ocupados. Cuando papá regresó nos puso una propuesta sobre la mesa. La agencia para la que él trabaja nos ofrecía desalojar la isla sin ningún costo, un dinero diario para comida y alojamiento a donde fuéramos. Pero no la consideramos en ese momento. No pensamos que fuera a ser difícil vivir sin luz, sin agua, sin comunicaciones. Además de que era una gran oportunidad de enseñarle a los chicos la otra cara de la moneda. La cara de bañarse con agua fría, racionar la comida, vivir sin ningún artefacto electrónico, sin aire y quedarse dormido haciendo sombras con las manos.

Compartir de lo poco que teníamos con lo demás fué la parte más emocionante para ellos. Pues conocíamos a una señora de muy pocos recursos que vivía sola con su marido y le llevábamos hielo que aún teníamos, comida y agua que nos traía papá. Siempre andábamos con botellas de agua y cuando veíamos a alguien trabajando en la calle se la dábamos. 

Lavamos la ropa a mano y cogíamos agua de lluvia para almacenar. A veces nos bañábamos en casa de un amigo con agua fría o en la casa calentábamos agua en una estufita que teníamos y con la ayuda de un vaso nos bañábamos. El ruido de los generadores me desesperaba y el olor de los mismos me daba dolores de cabeza. No sabíamos nada del estatus de la escuela de los niños, no había manera de saber. Pero lo peor fué cuando salimos más allá por primera vez. La tristeza, la desesperación, el miedo y la incertidumbre se apoderaron de mí.    

Pasaron dos semana del huracán y aun seguíamos sin luz, sin agua, y lo más desesperante, sin comunicaciones de ninguna manera. Todo comercio seguía cerrado y las filas para gasolina, entrar a al supermercado que estuviera abierto, transitar sin semáforos, los hospitales cerrados sin luz y cero manera de sacar dinero, hacia que la vivencia se convirtiera en sobrevivencia. Así que decidí tomar la propuesta que papá me había dado hace dos semanas, desalojar la isla. No había podido hablar con mis hermanas que estaban fuera de la isla, pero mi esposo por medio de un teléfono satelital del trabajo si. Así que decidí empacar y salir. 

Aunque dije que íba a ser por dos semanas o tres, ya llevamos dos meses. Pero no me arrepiento, no me considero cobarde, ni miedosa, ni mucho menos floja. Por el contrario me considero valiente y en cierta manera tomé una decisión responsable para mi familia. No era fácil estar lejos de papá y los niños lo extrañaban muchísimo. Pues papá tuvo que quedarse y ayudar a familiares y amigos. Luego nos alcanzó y aquí estamos todos.

Estuve mucho tiempo triste por los que se quedaron, pues las noticias seguían siendo no muy alentadoras. Pero desde acá fui voluntaria para empacar comida que iba a ser donada a la isla y, cuando la comunicación lo permitía, le decía a papá cuales eran las necesidades de la familia que estaban en Puerto Rico. Además de hacer donaciones monetarias a diferentes entidades que estaban ayudando a las personas. Comprendí que no hay que estar en el lugar de la tragedia para enseñarle a los niños valores, responsabilidades y empatía con los más necesitados.  

En la vida existen oportunidades que no se pueden dejar pasar, y yo acepté una de ellas. Los niños están bien, están seguros y su educación no se vió afectada ni interrumpida. Así que al final eso es lo que realmente nos importa. Amo a mí isla y claro que vamos a regresar, Puerto Rico es nuestro hogar. Pero por ahora, somos refugiados en USA. 


La mejor herencia...




Hace poco mi abuelo se puso bien malo y se lo llevaron para el hospital.  Entonces todo su ejército de 16 hijos, el montón de nietos y bisnietos, incluyendo nueras y yernos salieron a la batalla. Rápidamente se pusieron de acuerdo quien se quedaba con él en el hospital, quien llevaría a los que se quedaban, quien llevaría comida y quien se quedaba "on call". Todo lo resolvieron en un dos por tres. Y todos, literalmente TODOS, se unieron con un mismo fin... hacer q los días de abuelo fueran lo más placenteros y llevaderos que fuera posible.

¿Pero, como lo hacen? Como hacen para unir fuerzas de todas partes y hacerlo con un AMOR inexplicable. Porque eso era lo que se sentía: AMOR. Amor por un padre, y así mismo lo hicieron por su madre hasta lograr que sus últimos días fueran placenteros, llenos de alegría y sobre todo amor. Y estoy segura que así fue como abuela se fue, llena de lo más que quería, amor y calor humano. Calor de sus 16 hijos, su montón de nietos, bisnietos, primos, tíos, nueras, yernos, familia y amigos.

Me da mucha tristeza, pues mi abuelo es el tronco que sostiene un árbol grande, muy grande. Y ver su estado de salud me daba tristeza. Más sin embargo sus hijos tenían un semblante de agradecimiento increíble. Tristes, pero a la vez agradecidos con la vida, por el tiempo vivido junto a su padre. Que aun vive, débil, pero aun vive. Y se debe sentir el hombre más dichoso sobre la faz de la tierra. El hombre más orgulloso del planeta y el más realizado por el gran trabajo que hizo con sus 18 hijos (ahora 16, dos fallecieron).

Entonces me pregunte: ¿Cómo? ¿Como lo hizo abuela y abuelo para crear este efecto en sus hijos? Y no solo en sus hijos, si no también nietos, bisnietos, tíos, primos, nueras y yernos. Como lo hicieron, porque lo necesito. Lo necesito para implementarlo en mis hijos. Porque así exactamente quisiera que fuera.

Y les pregunte a los hijos; ¿cómo fue? ¿Que ellos piensan que hicieron sus padres para generar esto, siendo tanto hijos y más aun expandirlo a la demás generaciones? Criándose en un ambiente sin conocimiento de leyes ni regulaciones psicológicas para la crianza saludable.
¿Cómo le hicieron? ¿Cuál es la clave? Y la respuesta fue la siguiente:

 


"¿Cómo? Todo se resume en delegar tareas y necesitarse uno del otro.
Cuando May tenía que salir nos dejaba al cuidado de los mayores, eso quería decir que había que respetarlo.


 Recuerdo a Cheo (hermano mayor), nos sacaba fuera de la casa cuando recogía la casa para que May (como le decían a la mamá) al llegar la viera limpia. También cuando había velorio en casa de Berto u otra actividad, éramos encargados del que May dijera. A veces Panchi (tercer hermano) y nos daban hora cuando él decía vámonos, teníamos q hacer caso. Viene la imagen cuando Panchi me llevaba al salón de primer grado y estaba pendiente de mí. Cuando hospitalizaron a Zory (hermana)  para operarle de las amígdalas yo estuve ahí llorando. Porque creo que he llorado más por mis hermanos que por mis hijos. Pero con Robert (hermano 16) bote la bola, bueno Pay (como le decían al papá) al verme llorar un día en el hospital con él pensó q se había muerto.
Carmín (una de las hermanas mayores) pensaba que Ángelo (el hermano menor) era de ella, siempre comprándole dulces desde la Universidad. Los juegos eran necesario hacerlos en grupo, no había de otra: Conventos sin flores, La cebollita, al esconder, etc. Peleábamos, pero el regaño era para ambos, pues al ratito estábamos contentos. A la hora de rezar el rosario, éramos todos y en ocasiones May lo interrumpía para poner orden.

Todo esto fue creando en nosotros unión y dependencia unos de otros. Puede ser que esa sea la clave." 
Teresita (5ta hija)

Entonces entendí que sí, que esa es exactamente la clave. El compromiso de cuidar uno del otro, el respeto por quien tenía la responsabilidad y la autoridad en algún determinado lugar y el compartir los unos con los otros por igual.

Eso es exactamente lo que quiero que mis hijos aprendan. Y le estaré inmensamente agradecida a abuela y a abuelo por tan invaluable enseñanza. Quienes quizás lo hicieron sin esperar tan grande resultado. Sin seguir un manual ni valerse por ninguna ley ni estudios. A esos dos grandes seres que tuve la dicha de conocer... GRACIAS!!!

Espero lograr con mis hijos, aunque sea una cuarta parte de lo que ellos lograron con los suyos. Porque de algo estoy segura, lo que tú hagas con tus padres hoy es lo que tus hijos harán contigo mañana. Nuevamente GRACIAS, ABUELO Y ABUELA.

Una aventura llamada ESCUELA.


El primer día de clases de mi chico, NUESTRA NUEVA AVENTURA.
Sí, una mañana llena de emoción, nervios y alegría. Ningún grado de tristeza, solo un poco de miedo. Miedo por que es un mundo nuevo para mí, nuevo para él. Y aunque ya conocía a varios de sus compañeros, es un nuevo sistema y un nuevo método de enseñanza. Más estructurado y con más reglas, pero mamá sabía que su chico estaba "ready". 

 
Me encargué de que el proceso fuera lo más natural posible. Lo estuve preparando muchos meses antes. Al principio la idea no le era muy divertida. Me decía que no quería ir a la escuela. Que se quería quedar donde estaba. Pues entonces decidí llevarlo a la nueva escuela y darle un "tour" por todo lo que sería su nuevo ambiente de aprendizaje. Cuando llegamos no quería bajarse del carro, pero luego lo convencí de que le iba a gustar lo que iba a ver allí. Entonces accedió y nos bajamos. Lo llevé al que iba a ser su salón de clases. La maestra se presentó y le mostró el lugar. Le habló de las reglas y de algunas de las cosas que iba a aprender. Entonces lo llevo a la cafetería y adivinen qué, fue el lugar que más le gusto. Luego de ese día quería ir a su nueva escuela por que le gustaba la cafetería.

Me emocionaba comprar sus artículos escolares y su ropa. Le pasaba esa emoción a él y lo animaba diciéndole que iba a estar súper su escuela y que le iba a encantar. Nos preparamos, todo nuevo, en orden y esperando el gran día. La noche antes mamá estaba más nerviosa que él. Nos acostamos temprano, pero no pude dormir mucho por estar pensando que no me iba a levantar, que no iba a escuchar la alarma o que hubiera algo que faltara y yo no supiera. En fin, los nervios de pensar que tuviéramos todo lo indicado y necesario para la escuela no me dejaban dormir.

Pero sonó la alarma y me levante de un salto, súper emocionada y muy contenta por esta nueva etapa. Preparé desayuno y deje lista la “lonchera“. Busqué el uniforme, zapatos, correa y medias. Todo listo para levantarlo. Llegó el momento, se levantó contento. Así que nos vestimos, desayunamos y salimos a lo que sería nuestra nueva aventura por muchos años. 

Esta experiencia del primer día de clases fue espectacular. Estuve todo el día mirando el reloj, esperando que fuera hora de buscarlo y que me contara como le fue. Cuando llegó a la casa su emoción opaco mis miedos. Escucharlo contar como fue su día y los nombres de los nuevos amiguitos, las maestras, la comida y el nuevo salón de clases. En ese momento supe que lo vamos a lograr, que no va a ser fácil, pero será una gran aventura. 
 
"La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar al mundo."
                                                                                                           -Nelson Mandela